La imperfección o la monstruosidad son tan subjetivas como atractivas para la narración. Decía Umberto Eco que “la fealdad es siempre un error de sintaxis y por eso es infinita, porque las maneras de construir una frase correcta son escasas, pero las de hacerlo mal son infinitas”. De ahí que el cine, y cualquier manifestación artística, utilice la diferencia como argumento principal de manera tan continuada. La orientación sexual no propia, la deformidad, la raza o, incluso, la soledad son particularidades que sirven para estructurar contextos y definir historias; tanto basadas en hechos reales como fantásticas.
Ali Abbasi ha hecho una fantástica película —ganadora del Premio a la mejor película en la sección Un Certain Regard del pasado festival de Cannes— sobre la diferencia, y ha utilizado no solo una, sino todas esas rarezas para conformar un cuadro que podemos reconocer y que, sin embargo, también podemos catalogar de excepcional. Basándose en una relato corto del autor de Déjame entrar, el realizador sueco-iraní nos presenta Border: una sensitiva ficción, con dos actores totalmente entregados, que nos habla de la identidad y el descubrimiento de Tina, una agente de aduanas capaz de oler las emociones de los pasajeros y saber si esconden algo; sea físico o no. Pero cuando Vore, un individuo aparentemente sospechoso deja en entredicho su intuición, todo cambia.
Border avanza, sin antojos ni disonancias, descubriéndonos en cada secuencia algo insólito; novedades que averiguamos a la vez que la protagonista y que logran que no nos apartemos nunca de la historia. A positivar a Eva Melander, a Eero Milonoff, el maquillaje y un guión ejemplar.
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