Si recomiendas El verano de Kikujiro corres el riesgo de que te dejen de hablar por un tiempo, de que te maltraten con un abanico gigante o de que te lo agradezcan toda la vida. Takeshi Kitano es un yakuza retirado que acompaña a un niño a encontrar a su madre. Con un humor (amarillo) constante, y exagerado en su parte final, la película fluye cual road movie autoestopada —neologismo al canto—, con una mezcla de muecas pomposas y efectos de vídeo de boda de los noventa. Un pianito machacón de fondo acompaña las andanzas y los descubrimientos de los dos personajes entre apuestas en las carreras, hoteles de verano donde toca aprender a nadar (genial secuencia), ferias con matones y “un, dos, tres, pollito inglés”. Yo creía que ese gesto en la cara era una expresión de vergüenza ajena y lo que estaba pasando era que me estaba encantando.
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