El mismo año en el que el cadáver de Joe Gillis amanecía flotando en una piscina de Sunset Boulevard, otro guionista, Dixon Steele, se convertía en el principal sospechoso del asesinato de Mildred: la chica del guardarropa de un club frecuentado por jornaleros del cine venidos a menos.
Steele se entera de que Mildred ha leído la novela que él debe adaptar para la gran pantalla y decide llevársela a casa para ahorrarse el trago de tener que leer un libro que huele a inocuo best seller; el único trago que se ahorra. Porque hablamos de cine negro en la época del cine negro. En un lugar solitario se bebe, se fuma y no hace falta desmaquillarse para irse a la cama. Y salen policías. Detectives que se presentan en casa del guionista para decirle que la chica del guardarropa ha sido asesinada y él es el principal sospechoso.
La genialidad de Nicholas Ray estriba en no utilizar los clasicistas recursos del cine de la investigación y del falso culpable, sino en manipular las dudas de los personajes para ubicarnos en una película romántica hondamente psicológica. Sí, En un lugar solitario es una historia de amor. Laurel Grey, vecina de Dixon Steele, le aporta una coartada al libretista y la pareja acaba enamorándose perdidamente. Sin embargo, la violencia y el comportamiento de Steele acaban convirtiendo la convivencia en una incertidumbre constante. Dixon Steele es Humphrey Bogart. Laurel Grey es Gloria Grahame.
En un lugar solitario es una obra maestra de enorme modernidad, maestramente dialogada y con un final desasosegante y cruel. “Nací cuando ella me besó. Morí cuando me abandonó. Viví unas semanas mientras ella me amó”. Brutal.
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