Quizá tanto trance en un mismo argumento, tanto tema social extremo, podría haber desprendido ese tufo de drama descomunal y oportunista que exhalan ciertos productos realizados con premura. Este no es el caso. Se nota el excelente trabajo de guion, elaborado con paciencia y lógica, que busca una unidad argumental utilizando el duelo como eje vertebrador del resto de asuntos. Los desahucios, la estrechez y la inmigración, tanto interna como externa, se hilvanan con competente verbalización y discurso. Las dos protagonistas, una madre y una hija dolientes por las penurias y la pérdida, son las encargadas de que todo funcione. Destacar que el papel de la madre está interpretado por la inmensa actriz Chilena Antonia Zegers (véanse El Castigo, por favor).
Los Tortuga es la segunda película de Belén Funes, tras La hija de un ladrón, y nos cuenta la historia de Anabel y su madre Delia. Ha cambiado, en esta ocasión, de padre a madre y ha dejado los incontables conflictos, la vendimia francesa, los barrios populares de Barcelona y a Jaén. Aun así, estamos ante una obra totalmente independiente, con la misma intención autoral, que destaca por la ausencia de sentimentalismo, de discursos vacíos, de subrayados y de villanos en pantalla. En la extraordinaria La luz que imaginamos, la realizadora Payal Kapadia nos hablaba de machismo sin que, en pantalla, apareciera en ningún instante un hombre malo. Y Belén Funes, si bien alejada en el tono, hace lo mismo con su última propuesta, demostrando que hay tortugas y buitres, aunque a estos últimos no los veamos.
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